jueves, 23 de julio de 2015

LA CIUDAD BAJO EL MAR

Anfitrión:  Infinata
La Ciudad  bajo  el Mar





En la  infancia de muchos, seguramente  se  encuentra  el recuerdo de una película alucinante que trata de unos marineros  que  sobreviven en las profundidades del  mar. Estos  pueden  vivir  muchos  años  ya  que las condiciones de  ese ambiente  es  más  puro y así su cuerpo casi no envejece. Esta bella  película se  llamó  en español “Los  Dioses de  la  Guerra y  del Abismo” dirigida  por Jacques Tourneur con la  flamante  actuación de  Vicent Price. Un film  muy entretenido  que  trataba de  emular  las  producciones  basadas  en los  cuentos de  Edgar Allan  Poe.  
Me encantaba  esa  película  y   no me  la  perdía  cada  vez  que  la  transmitían  por  la  TV. Sin embargo, no  era  ni la  acción  ni la  trama o los  personajes  lo que  más  me  atraían de  ella, sino  cierto momento en el que se  recitaba  un poema de Poe: “La Ciudad  Bajo  el mar”. Recuerdo que  cuando pude,  muy niño, escribía  lo que  podía atento a lo que decía, y  después, con los  años,  grabé  el  momento y pude  repetirlo hasta  aprenderlo de memoria.  Mucho tiempo después,  encontré  una  antología  de  la  poesía de  Poe y el primer  poema que  busqué  fue  “La  Ciudad bajo  el Mar”. Aunque  me  parece  igual  más  bella la adaptación para  la  película, dejo  acá  la versión que  hallé  en  el libro:


La Ciudad  en el Fondo del Mar

¡Mira! La muerte se  ha izado un trono
En una extraña y solitaria ciudad
Allá lejos en el sombrío Oeste,
Donde  el bueno y el malo y  el mejor  y el peor
Han ido a  su reposo eterno.
Allí capillas y palacios y torres
(torres devoradas de tiempo que no se estremecen)
No se asemejan  a nada que sea nuestro.
En los alrededores, olvidadas por vientos inquietos
Resignadamente bajo el cielo
Las melancólicas  agua  reposan.

No bajan rayos de  luz del santo cielo
A esta ciudad de  la eterna noche.
Pero una luz interior del lívido mar
Proyecta silenciosas torrecillas
-resplandecen los pináculos por todas partes-
Cúpulas-agujas, salones reales,
Pórticos, paredes estilo babilónico,
Sombrías y olvidadas glorietas
De hiedra esculpida y flores pétreas,
Y muchos, muchos maravillosos santuarios
Cuyos ensortijados frisos entrelazan
La viola, la violeta y vid.

Resignadamente bajo  el cielo
Las  melancólicas aguas reposan.
Tanto se  mezclan allí las torres y las  sombras
Que  parecen péndulos en el aire
Mientras que desde una altiva torre en la ciudad
La muerte mira hacia abajo como desde una enormidad.

Allí los tiempos abiertos y las  descubiertas  tumbas
Bostezan a nivel con las luminosas olas,
Pro no las riquezas que allí yacen
En cada uno  de  los ojos de  diamante del ídolo
-los  muertos  alegremente  enjoyados
No tientan las  aguas  sobre sus lechos-;
Pues  no  se  rizan  las  olas, ¡ay!,
En este desierto de  cristal-.
Ninguna agitación dice que los vientos pueden estar
En algún mar lejano y más feliz-.
Ninguna ola sugiere que los vientos han estado
En mares menos espantosamente seremos.

¡Pero, mira! ¡Algo se agita en el aire!
La ola. ¡Hay  un movimiento allí!,
Como si las  torres se  hubieran apartado,
Sumergiéndose lentamente, la lenta marea,
Como si sus cimas débilmente hubieran dejado
Un vacío en el brumoso cielo.
Las  olas tienen ahora un brillo rojizo
Las  olas  respiran desmayadas y lentas.
Y cuando ya no hay lamentos terrenales
Baja, baja esta ciudad hasta donde se quedará desde ahora.
El infierno, elevándose desde mil tronos,
Le hará reverencias.


Edgar Allan Poe, Ediciones 29, pag 61-62

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