Anfitrión: Infinata |
La Ciudad bajo
el Mar
En
la infancia de muchos, seguramente se
encuentra el recuerdo de una película alucinante que trata de unos marineros que
sobreviven en las profundidades del mar. Estos
pueden vivir muchos
años ya que las condiciones de ese ambiente
es más puro y
así su cuerpo casi no envejece. Esta bella película se llamó
en español “Los Dioses de
la Guerra y del Abismo” dirigida por Jacques Tourneur con la flamante
actuación de Vicent Price. Un
film muy entretenido que
trataba de emular las
producciones basadas en los
cuentos de Edgar Allan Poe.
Me
encantaba esa película
y no me la
perdía cada vez
que la transmitían
por la TV. Sin embargo, no era ni
la acción ni la
trama o los personajes lo que
más me atraían de
ella, sino cierto momento en el
que se recitaba un poema de Poe: “La Ciudad Bajo el mar”. Recuerdo que cuando pude,
muy niño, escribía lo que podía atento a lo que decía, y después, con los años,
grabé el momento y pude repetirlo hasta aprenderlo de memoria. Mucho tiempo después, encontré
una antología de la poesía de
Poe y el primer poema que busqué
fue “La Ciudad bajo el Mar”. Aunque me
parece igual más
bella la adaptación para la película, dejo acá la
versión que hallé en el
libro:
La Ciudad
en el Fondo del Mar
¡Mira! La muerte se ha izado un trono
En una extraña y solitaria ciudad
Donde el bueno y el malo y el mejor
y el peor
Han ido a
su reposo eterno.
Allí capillas y palacios y torres
(torres devoradas de tiempo que no se
estremecen)
No se asemejan a nada que sea nuestro.
En los alrededores, olvidadas por vientos
inquietos
Resignadamente bajo el cielo
Las melancólicas agua
reposan.
No bajan rayos de luz del santo cielo
A esta ciudad de la eterna noche.
Pero una luz interior del lívido mar
Proyecta silenciosas torrecillas
-resplandecen los pináculos por todas
partes-
Cúpulas-agujas, salones reales,
Pórticos, paredes estilo babilónico,
Sombrías y olvidadas glorietas
De hiedra esculpida y flores pétreas,
Y muchos, muchos maravillosos santuarios
Cuyos ensortijados frisos entrelazan
La viola, la violeta y vid.
Resignadamente bajo el cielo
Las melancólicas
aguas reposan.
Tanto se
mezclan allí las torres y las
sombras
Que parecen péndulos en el aire
Mientras que desde una altiva torre en la
ciudad
La muerte mira hacia abajo como desde una
enormidad.
Allí los tiempos abiertos y las descubiertas
tumbas
Bostezan a nivel con las luminosas olas,
Pro no las riquezas que allí yacen
En cada uno
de los ojos de diamante del ídolo
-los
muertos alegremente enjoyados
No tientan las aguas
sobre sus lechos-;
Pues no
se rizan las
olas, ¡ay!,
En este desierto de cristal-.
Ninguna agitación dice que los vientos
pueden estar
En algún mar lejano y más feliz-.
Ninguna ola sugiere que los vientos han
estado
En mares menos espantosamente seremos.
¡Pero, mira! ¡Algo se agita en el aire!
La ola. ¡Hay un movimiento allí!,
Como si las
torres se hubieran apartado,
Sumergiéndose lentamente, la lenta marea,
Como si sus cimas débilmente hubieran
dejado
Un vacío en el brumoso cielo.
Las
olas tienen ahora un brillo rojizo
Las olas
respiran desmayadas y lentas.
Y cuando ya no hay lamentos terrenales
Baja, baja esta ciudad hasta donde se
quedará desde ahora.
El infierno, elevándose desde mil tronos,
Le hará reverencias.
Edgar Allan
Poe, Ediciones 29, pag 61-62
No hay comentarios:
Publicar un comentario